Mr. Útil o Últimas aventuras del Tío de los Recados -Solapa y prologo-
En el núcleo duro del lujo se defiende que no se debe permitir que el cliente acceda a la exclusividad solo a base de dinero. No olvidemos que, al fin y al cabo, dinero puede tener un cualquiera, por lo que se debe obligar al cliente además a hacer una inversión de tiempo y dedicación. La idea que ha de traslucir la compra es que el verdadero lujo debe expresar que se es alguien que puede mostrar más implicación, decisión y método en conseguir tus caprichos y por extensión en cualquier otra cosa que el resto
Esta política no es seguida por una muchedumbre de artesanos, agentes y comisionistas, que son más tolerantes en sus planteamientos y se declaran dispuestos a cubrir la necesidad, el hambre de símbolos, de cualquiera que pueda pagarlos, aunque para ello deban ser poco respetuosos con convenciones como la propiedad intelectual, las legislaciones fiscales o el origen de los fondos con que se adquieren sus productos. No te sorprendas, esto siempre ha sido así, la frontera entre el gran mundo y los bajos fondos siempre ha sido permeable; sus valores –avaricia, egoísmo, soberbia, narcisismo...– no son muy diferentes y contra lo que preveen las leyes físicas tienden a atraerse.
Pensemos en el estado de animo del autor después de ver arrojar al vacío a este hijo que dicen tullido. ¿Qué pasa por su mente después de que los tipos de un concurso literario de pueblo dicen que lo que escribe es un mierda? ¿Continuar su camino indiferente?, ¿plantearse que pudieran tener razón? Como no se le ocurría ningún acto dramático que tuviera mayor simetría, o asimetría, el autor decidió poner a disposición de los lectores Mr. Útil y que sean ellos quienes particularmente decidan qué.
Bien, el espectáculo va a continuar, solo queda recordarse que escribir es un asunto solitario, en realidad solo estas tú y la historia, antes y después, seas lector o autor. Cuando lo aceptas una punzada de dolor, justo sobre el ego, desaparece.
El autor piensa seguir escribiendo como hasta ahora, puede que sus textos no respondan a los objetivos ni a la calidad deseada por otros, pero para el suyo sí, está totalmente convencido. Piensa seguir escribiendo, sin ningún otro fin que el disfrute propio y quizás el de algún despistado que acabe aquí, tras seguir un sendero sin señalizar en internet, y decida que las aventuras de Pulga -la joven promesa de los sacamantecas-, el Seco -el último pasota, una corriente filosófica extinguida ya en los primeros ochenta-, Badía -el gestionador de conflictos y atracador profesional- y Pol, -el hombre hecho a la medida de su ambición-, tienen su qué.