Mr. Útil -Capítulo XVII- Badía visita a un amigo en el hospital

 


 

 

Badía visita a un amigo en el hospital

¿Ese capullo es el Seco? ¿Quién coño es? –pregunta Pachuco.

Me quedo parado. ¿Quién es el Seco? Un tipo que corre por ahí. No es solo que en tiempos hayamos hecho alguna de gorda juntos, además es que siento... afinidad con él. Podría decir que me gusta, si yo fuera de esos. Es un tipo un poco gafe, él no lo diría nunca, pero si te le acercas demasiado tropiezas y acabas tumbado, a veces para siempre.

Solo un tipo con el que me he cruzado por ahí.

¿También está en seguridad? ¿Es un problema?

No, ya está hablado.

¿Hablado? Tu socio está en el hospital y tú lo arreglas hablando. ¡Joder!

Es difícil explicarle al tonto este que Conejero más que un colega es una mascota y que vale que le ha pasado un camión por encima, pero… ¿para qué coño se acerca tanto? ¿No sabe quién es el Seco? Quizá no, quizá el único que le ve soy yo.

Ahora solo necesito hablar. Es suficiente para sacarlo de en medio. Haremos el trabajo y luego ya me ocuparé. O no.

Estas cosas no se pueden dejar.

Pachuco me mide con la mirada. Está decidiendo que no soy tan duro como me pintan y que me caló desde el primer momento. Esto de las ofensas y del honor y el ver quién es el perro que mea más alto le da sentido a su puta vida.

Primero el trabajo, tengo un compromiso. ¿No me oíste decírselo al Patrón? Primero el trabajo, luego haremos cuentas.

Pachuco gruñe algo que suena afirmativo y, si no, me da igual. Cada vez me resulta más desagradable el puto indio, así que sonrío mientras fantaseo con cortarle el pescuezo. Es posible que él haga lo mismo. Eso lo hace más interesante.

Vamos al hospital –ordeno, sí, ordeno y me encanta ver al indio torcer la cara.

Conejero abierto en canal, conectado a mil tubos, lo tiene crudo, sé leer las caras de los médicos. Todas esas pastillitas para ponerse cuadrado le han dado musculo a cambio de joderle otras cosillas. Cosas que ahora que es su momento no funcionan como debieran. Lo entré ayer en urgencias, dijimos que se había caído de la bici, que se golpeó con el manillar el estómago. Una hostia del copón. Un tipo con bata blanca me aborda.

Es usted familia.

No. Vi cómo se caía, lo traje a urgencias.

¿No lo conocía? Necesitaríamos revisar su historia clínica, enfermedades, alergias. Es muy importante.

Me dio un teléfono, su madre, se lo di a quien que nos atendió.

Hay una pequeña conmoción en la recepción; la mirada del médico resbala sobre mí y se va a intentar solucionarlo. Vuelvo a mirar a Conejero a través del cristal. El Seco no parece enemigo para él. No parece enemigo para nadie. Como una puta medusa, exactamente igual.

Me encanta el Seco, me conoce, yo le conozco a él. Sabe que todo es una broma, que cuando alcanzas la zanahoria es sosa, seca. Decepciona, pero allí al frente ya hay otra y continuamos persiguiéndola.

Pachuco ha estado liado con el móvil en un rincón, lo cierra y se acerca, hay sorpresa en su mirada.

Vía libre.

Pues al lío. ¿Pasado mañana?

Pasado mañana.

 

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