Mr Útil -Capítulo XXIII- Para El Pulga según que le sale fácil
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| Madrid-Atocha 2025 |
Marar a un fulano tiene que hacerse sencillo, solo vas a por él y luego lo dejas atrás, a él y a su recuerdo. Así es como me lo enseñaron, así que a la primera ocasión que le di el ojo; según me lo señalaron, yo lo hubiese franqueado. Sí, allí en la fiesta, que con tanto cambio de luz y tipos subiendo y bajando del escenario solo te vasta unos pocos aplausos y un cuchillo pequeño para darle sentencia que si dejándolo en pie, después solo es suerte si se pone a corretear aquí y allá como una gallina sin cabeza y el mismo te monta la distracción. Pero según lo dije, que pa' que hablaría, todos, el Panchito, el Vasco, mi cuñado, me miraron como si estuviera loco, y se pusieron a dar la vara con que allí nada, que no era sitio, que lo esperáramos a la salida y ¡claro!, cuando marchó no marchó solo, sino con más gentes y bajo los focos. Por eso pensé que aquellos no eran tan listos como se creían, ni tan valientes, ni nada.
Pues como no pudo ser entonces acabamos metidos los tres, –el Capitán, el Vasco y yo– en un carro mientras uno y el otro hacían cien llamadas, hasta que consiguieron respuestas y entonces me dijeron que me quedara donde estaba, en el asiento de atrás, allí encogido, que el plan es que yo me cubriera bien cubierto con una cobija negra que allí había, hasta que no se me distinguiera. Que con mi cuñado al volante nos acercaríamos en un rato a recoger al perla, que engañado, por su propio pie, entraría en el auto y que justo en el momento tenía yo que darle, cubrirle con la misma cobija para que le sirviera de mortaja y que después recogiendo al Vasco y al Panchito más abajo ya nos lo lleváramos a donde debía descansar.
Y yo hice lo que me pidieron, y nos quedamos al cabo de la calle esperando ver aparecer a alguien más de una hora, o eso creo, porque yo cubierto y en el asiento de atrás no veía ni torta y puede que hasta me volviera a dormir y todo, porque sé que me despabile cuando sonó el celular que le habían dado a mi cuñado y en nada arrancamos, recogimos a los otros y nos fuimos para las puertas de un hotel a ver si veíamos a nuestro encargo, que había desaparecido sin más. Y allí nos estuvimos tiempo, aunque a mí me podría haber pasado por delante los morros, porque no estaba seguro de saberlo reconocer, que yo solo lo había bien visto con luces de local nocturno y no es lo mismo, no, no lo es. Y así nos estuvimos un bastante más de rato, pero para nada sirvió. Y volvió a ser la hora de las llamadas por teléfono y muchos gruñidos.
Al final nos volvimos a dónde habíamos estado apostados y nos entramos de derechito en el condominio, llevándonos al guardia con nosotros, para obligarle a que llamará a la puerta y soltase una urgencia para que la abrieran. Según lo hicieron nos entramos para adentro, yo perdido porque no sabía a quien andábamos buscando, pero no hube que pensar mucho, porque todos a nuestra entrada quedaron ojiplaticos, menos un muñeco alto que salió corriendo hacia ninguna parte porque por el balcón grande se tiró o se calló, tengo la duda. Porque cuando me acerqué me dio la sensación de que de no ir tan apresurado por sobre la pérgola tenía un camino de huida, que no supo o no pudo completar. Allí abajo lo vi desparramado, con el cuerpo y las piernas queriendo ir cada una para su lado. Y en eso mi cuñado me pico en el hombro y me dijo que no me encantara, que le echara una foto, que con tal guisa se veía que seguro nos daban por como hecho el servicio.
Y yo las tiré y andaba jurándome para mí mismo, mientras las hacía, que la marioneta rota esa, no era el gachupín que vi en la fiesta antes, que aquel era un encargo un poco extraño o puede que no, que como no me explican nada nunca entiendo el chiste. Pero que es igual que a lo mejor soy yo con todo el sueño que llevo encima que me lío. Sí, porque yo de fisonomista, de quedarme con las caras, poco, se está viendo.
